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Campo DC Valor Lengua/Idioma
dc.contributor.advisorGonzález, A.M. (Ana Marta)-
dc.creatorStein-González, J. (Jaime)-
dc.date.accessioned2020-07-02T06:25:17Z-
dc.date.available2020-07-02T06:25:17Z-
dc.date.issued2020-
dc.date.submitted2020-
dc.identifier.urihttps://hdl.handle.net/10171/59095-
dc.description.abstractEl mito del carro alado que leemos en los textos platónicos es una de las primeras imágenes que recoge el juego entre la razón y las pasiones. El auriga ha de sujetar, conducir y dirigir a los caballos, pues, si no lo hiciere y soltara las riendas, acabaría de una forma desastrosa. Esta intuición platónica del necesario dominio de lo racional sobre lo pasional responde a una experiencia ordinaria de los estragos que un dar rienda suelta ocasiona sobre uno mismo, mientras que una ordenación de estos impulsos tendería a configurar una vida más templada y estable. A partir de la escuela clásica, y con especial ahínco durante la escolástica medieval, se inicia el alzamiento de la razón como elemento crucial para la configuración moral del hombre. En el siglo XVII se forja un racionalismo que confirma la preeminencia de la razón en el edificio filosófico, con representantes como Descartes, Spinoza, Leibniz, Wolff, Malebranche...Sin embargo, prontamente surge un movimiento distinto que cabe centralizar en David Hume, consistente en una revalorización de lo empírico y relativización de todo constructo racional que no esté perceptiblemente pegado a la experiencia fáctica. En el ámbito de la moral la consecuencia de esta ruptura es clara: el Auriga pierde su papel director para someterse –irremediablemente- a la fuerza arrolladora de sus caballos. De esta manera gráfica lo considera Hume en su Tratado de la Naturaleza Humana cuando expone que “reason is, and ought only to be the slave of the passions, and can never pretend to any other office than to serve and obey them”. Hume quiebra la confianza depositada en la facultad de la razón para ordenar el deseo concupiscente e irascible. Explica que, considerada la influencia de la moral en las acciones y afectos, se llega a la conclusión de que la moral no puede derivarse de la razón. Las normas morales no vienen motivadas por nuestra razón, a la que considera impotente en estos asuntos. “Reason is wholly inactive and can never be the source of so active a principle as conscience, or a sense of morals” continua explicando. La razón descubre la verdad y falsedad de las cosas, nociones que para Hume derivan del acuerdo o desacuerdo sobre la realidad de una relación de ideas concretas. Sin embargo, sobre las pasiones, voliciones, deseos, etc., no cabe acuerdo ninguno, según Hume, por ello la razón es ajena a estas realidades. No hay, en resumen, normatividad ni evaluación posible sobre ellas, por esa incapacidad de la razón de motivar la voluntad. Las pasiones para Hume se relacionan con las categorías de placer (pleasure) y dolor (pain). En función de la satisfacción que las distintas acciones provoquen, podrán catalogarse como loables o censurables. “That virtue is distinguished by the pleasure, and vice by the pain, that any action, sentiment or character gives us by the mere view and contemplation”. Con este esquema, Hume instaura el sentimentalismo moral, donde el nuevo referente para la conducta humana es la potencial satisfacción que nos producirán nuestros actos. El sistema de Hume rechaza una visión de la ética abierta a la verdad de la acción o dirigida hacia el perfeccionamiento. Desplaza a la razón hasta la esclavitud, reduciendo el vigor del que gozaba en el pensamiento racionalista anterior, e inaugurando la sospecha sobre todo lo racional. Abre de esta forma la veda al sentimiento, que de recluso llegará a soberano en el mundo de la moral. En este sentido, Hume es el predecesor más reconocible del subjetivismo emotivista presente en el pensamiento moral contemporáneo, donde la emoción dicta las pautas de actuación y la razón queda sometida a su libre despliegue. Kant reacciona frente a esta perspectiva de la moral, y devuelve a la razón su poder configurador de la bondad moral. El propósito de esta introducción reside, pues, en mostrar el terreno de juego en el que se desarrolla la doctrina del faktum kantiano. Un escenario de consentido despliegue de las pasiones y declarada imposibilidad de valoración moral objetiva. La filosofía kantiana choca frontalmente con este planteamiento subjetivista, introduciendo la necesidad y la universalidad en el juicio moral. Como expone la Profesora Ana Marta González, “Hume sacrifica la necesidad interna de la moral (...) Kant hereda el problema de la fundamentación de la moral, pues por diversas razones, tampoco le satisface la solución racionalista y la simple apelación al sentido moral”. Entendido el punto de partida humeano, se advierte la necesidad de una restauración de la razón práctica que devuelva al horizonte de expectativa la posibilidad de una verdad moral.es_ES
dc.language.isospaes_ES
dc.rightsinfo:eu-repo/semantics/openAccesses_ES
dc.subjectMaterias Investigacion::Arte y Humanidades::Filosofíaes_ES
dc.titleLa certeza de los juicios morales: entre Kant y el subjetivismo emotivistaes_ES
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/bachelorThesises_ES
dc.description.noteEsta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial- SinDerivar 4.0 Internacional.es_ES

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