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Abstract
El mantenimiento de un peso y composición corporal constantes a lo largo del tiempo depende, entre otros factores, del equilibrio en el balance entre aporte y utilización metabólica de los macronutrientes de la dieta. El organismo parece dar una mayor prioridad al ajuste de la oxidación de glucosa y aminoácidos con relación a su ingesta, que al mantenimiento del balance de grasas. El sistema de autorregulación homeostática del balance lipídico es poco eficiente, siendo además la capacidad de almacenamiento de reservas energéticas en el tejido adiposo prácticamente ilimitada. Además, la grasa parece conferir palatabilidad y sabor a los alimentos que podrían conducir a un mayor consumo de los mismos. La ingesta excesiva de grasa es uno de los factores que más frecuentemente se asocian con la elevada prevalencia de obesidad. Algunos estudios indican que algunos sujetos obesos presentan una reducida capacidad para oxidar los ácidos grasos. En este contexto, la reducción de la ingesta lipídica es una de las estrategias más frecuentemente recomendadas en la prevención de la epidemia de la obesidad. Sin embargo, el papel del aporte lipídico de la dieta en la prevalencia y posterior tratamiento de la obesidad, está sometido a controversia científica en nuestros días.