Abstract
Uno de los eternos debates entre los calderonistas es el del castigo del soldado rebelde que incendió la rebelión para derrocar a Basilio y coronar a Segismundo en “La vida es sueño”. Algunos arguyen que su encarcelación final es injusta; otros atribuyen el castigo a una prudente razón de estado que condena la traición al orden establecido y culpa al soldado por pedir una recompensa personal. Este ensayo ilumina algunos puntos de ese debate desde la perspectiva de otros dramas calderonianas de guerra y rebelión: “El sitio de Breda”, “El Tuzaní de la Alpujarra”, “La aurora en Copacabana”, “El divino cazador” y “El segundo Scipión”. Incluyo en mi análisis los cambios en el servicio militar en la España de la primera modernidad, cuando el ejército se hizo semi-profesional, arguyo que Calderón suele asignar el “trabajo sucio” de la guerra a las acciones egoístas de soldados villanos para así salvaguardar una ideología aristocrática de la nobleza del servicio militar por oficiales de la clase alta.