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Keywords
Abstract
Es evidente que, desde, al menos, los años 90 del siglo XX el concurso de las tecnologías de la información y de la comunicación, de la informática, primero1 , y, finalmente, y en particular, de internet y los lenguajes de programación propios de internet, han transformado en buena medida la disciplina epigráfica habiéndose consumado en estos años el tránsito dall’orto lapidario a internet, acertadamente glosado por el título de un coloquio celebrado entre Aquileia y Trieste, en Italia, a finales de 2003. La posibilidad de realizar, a partir de profusos y bien articulados bancos de datos, búsquedas de material epigráfico –con sus indiscutibles limitaciones2 – ha facilitado, si cabe, el trabajo del epigrafista si bien esa labor de consulta preliminar no ha sustituido, en absoluto, al recurso bibliográfico tradicional y convencional y al necesario manejo de los corpora epigráficos en papel por más que, el tradicional recurso a los índices de estos, que solía ser la primera tarea de cualquier investigación epigráfica haya sido sustituido por las búsquedas en estas bases de datos digitales convertidas en las verdaderas bibliotecas virtuales epigráficas en los últimos años. Dos fenómenos son buena muestra de esa transformación.