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Desde los más tempranos inicios del cine, el País Vasco-francés ha sido lugar de peregrinaje para grandes cineastas de diferentes naciones. Siguiendo la estela de viajeros e intelectuales románticos que desde el siglo XIX lo retrataron como un topos exótico, atemporal y diferenciado, el cine, con su inmensa capacidad de representación simbólica, ha contribuido a popularizar una imagen mítica de lo vasco, la cual han acabado por asumir hasta los mismos habitantes del lugar. A través del análisis histórico de tres documentales realizados por tres grandes directores de tres países europeos en la primera mitad del siglo XX, este artículo pretende descubrir el origen fílmico de ese muchas veces hegemónico imaginario vasco basado en una arcadia rural, comprender su fabricación y subrayar las diferentes lecturas que se han hecho de él; reafirmando la compleja polisemia de la imagen.