Abstract
Jorge Oteiza es considerado el escultor que más lejos ha llegado en la investigación del vacío escultórico, con mentalidad de filósofo-constructor. Su formación vanguardista debe mucho a movimientos experimentales como el cubismo o el constructivismo ruso. Sin embargo, su obra tiene también un componente antropológico, estrechamente vinculado con la tradición orgánica. Este artículo es un homenaje al itinerario artístico de este prolífico escultor vasco que ha decidido quedarse en Navarra, junto con su obra, para siempre. El museo de Alzuza culmina también la historia de una fecunda amistad con el arquitecto navarro Sáenz de Oiza, con el que colaboró en Aránzazu y en varios proyectos más a lo largo de su vida.
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