Author(s)
Keywords
Abstract
No se trata de un escrito académico, sino de una reflexión personal que, por un lado, hace balance de medio siglo de experiencia como profesor y, por otro, explora cuál pueda ser el futuro de la institución universitaria. Se distinguen tres etapas bien diferenciadas: hasta 1975 se dio lo que se podría llamar la Universidad de los maestros. Era una universidad socialmente elitista, de pequeño tamaño, centrada en el magisterio de los catedráticos. Adolecía de diversas carencias, aunque poseía un notable grado de transversalidad. La siguiente etapa, que llega más o menos hasta el 2000 admite ser denominada Universidad de los profesores e investigadores. El protagonismo pasa a los profesores encargados de curso y los becarios de investigación. El rápido aumento de alumnos matriculados y de profesores contratados produce una universidad masificada y cada vez más especializada. El rasgo más característico de este periodo es la autonomía universitaria y el más negativo la endogamia. Desde el 2000 para acá hemos pasado a una Universidad de los gestores y pedagogos: la crisis demográfica y la del estado de bienestar provocan la conversión de los centros universitarios en escuelas profesionales, sometidos a un proceso de creciente burocratización y digitalización. Se incrementa la reglamentación y los docentes deben consagrar una parte sustancial de su esfuerzo a tareas administrativas, captación de fondos para investigar y acumulación de méritos baremizables. Decae el fenómeno de la endogamia, pero se pierden muchos signos de identidad de la institución universitaria. De cara al futuro, se espera que se intensifique mucho más aún el proceso de automatización (cuarta revolución industrial) y que entre en irreversible decadencia una universidad centrada en la preparación de profesionales, debido a la crisis del actual modelo de trabajo. La única alternativa viable que se divisa es una universidad que prepare a los ciudadanos para un entorno vital de cambio acelerado. Los principales valores por los que merece la pena apostar son la recuperación de la interdisciplinaridad y la educación en valores humanos.