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Poner en las manos del lector contemporáneo un texto de un teólogo medieval siempre supone un riesgo. Invita a entrar en un mundo muy diferente del nuestro, que expresa sus convicciones de maneras distintas a las actuales, y con la terminología de la filosofía escolástica. Sin embargo, al margen de las tópicas observaciones sobre la sensibilidad actual, la época medieval to- davía puede sorprender hoy en día. Santo Tomás de Aquino es un claro ejemplo.La imagen de santo Tomás en la historia ha pasado por ser la de un filósofo que aprovecha las intuiciones metafísicas de la tradición aristotélica para expresar su visión del mundo; muchos subrayan también sus rasgos agustinianos y neoplatónicos (baste mencionar la polémica actual sobre la nueva imagen del Aquinate propuesta por la Radical Orthodoxy). Pocos lo identifican como teólogo, y menos como exegeta que desarrolla cursos completos de interpretación de la Sagrada Escritura. Y, sin embargo, no puede comprenderse en toda su riqueza el trabajo teológico de santo Tomás al margen de sus comentarios bíblicos. En el último siglo los escritos exegéticos del Aquinate han sido objeto de numerosos estudios, principalmente sus comentarios al Nuevo Testamento. Todavía hay pocos que presten atención a sus comentarios al Antiguo Testamento, entre los cuales destaca por su madurez teológica precisamente el Comentario a los Salmos.