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Los símbolos de la fe de los primeros siglos, conjuntos ordenados y jerarquizados de verdades doctrinales cuya profesión exigían las iglesias cristianas como requisito ordinario en los ritos de incorporación, constituyen una fuente testimonial de primera mano para todo estudioso de la Teología, habida cuenta de que son un producto elaborado de la fe primitiva. En la historia de su redacción se entrecruzan importantes cuestiones teóricas y prácticas que fueron surgiendo en la vida de la Iglesia de los albores. Desde la interpretación de la Sagrada Escritura hasta la praxis litúrgica, pasando por las cuestiones teológicas, el símbolo de cada iglesia es un testigo excepcional del largo proceso de decantación y clarificación de la doctrina recibida. Su estudio revela siempre un rico fondo, lleno de interés.