La conversión cristiana en las artes plásticas

Abstract

“En el fondo, amigo Picasso, no vale la pena que nos hagamos los astutos. Usted es como yo: lo que todos nosotros queremos encontrar en el arte es el clima de nuestra primera comunión” (Carta de abril de 1950, en Henri MATISSE, Escritos y opiniones sobre el arte (texto y notas establecidos por Dominique Fourcade), Debate, Madrid, 1993, pp. 229-230). Este párrafo, tomado de una de las cartas que Matisse escribe a su amigo y competidor unos años antes de su muerte en 1954, ilustra muy bien un camino difícil, pero más habitual de lo anunciado en los recientes libros de historia del arte, que han seguido algunos de los grandes artistas de la Vanguardia: el de la conversión a través del arte. El caso de Matisse, que dedicó los últimos años de su vida a diseñar una Iglesia para los Dominicos en Vence (Francia), con ajuar litúrgico incluido, es paradigmático. Pero También otros muchos artistas vieron en el Primitivismo, la corriente más influyente en el arte contemporáneo según Gombrich, un camino para hacerse niños, y cumplir así la condición evangélica de prepararse para entrar en el Reino de los cielos. El artículo trata sobre este itinerario artístico de vuelta a casa que siguen algunos de los artistas modernos y la dificultades que encuentran en el panorama artístico dominante en la Iglesia, que sigue modelos académicos o populistas muy lejanos a esta estética difícil que defiende la autenticidad –frente al concepto tradicional de belleza, hoy insuficiente- propia del arte moderno.