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dc.creatorVélaz-Rivas, I. (Iñaki)-
dc.date.accessioned2019-03-04T11:29:36Z-
dc.date.available2019-03-04T11:29:36Z-
dc.date.issued2018-07-01-
dc.identifier.citationVélaz-Rivas, I. (Iñaki). "Optimismo". Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2018-07-01es
dc.identifier.isbn978-84-8081-610-6-
dc.identifier.urihttps://hdl.handle.net/10171/56536-
dc.description.abstractEn diversas situaciones y ante públicos bien diferentes, he comprobado personalmente que la sola mención de la palabra que da título a este escrito –“optimismo”– suscita reacciones contrapuestas. Para la mayoría genera interés, curiosidad y atracción. Quizá sea por la carga semántica que lo emparenta con estados universalmente deseados, como la alegría, el bienestar, la satisfacción y la felicidad. O quizá por percibir un cierto déficit de esos bienes en nuestra sociedad, a pesar de gozar de comodidades inéditas en la historia de la familia humana. Como contrapunto, al hablar de optimismo otras personas dejan aflorar de manera inmediata una mueca de escepticismo e incluso de desasosiego. Abominan del facilismo y superficialidad de cierta literatura a la que se ha catalogado como de ‘autoayuda’, al tiempo que se otorga una fuerte connotación negativa a esa denominación por considerar que sus respuestas pecan de simplonas cuando no de erradas. Desde hace algún tiempo me viene intrigando esta disparidad. Si bien resulta fácil constatar que la mayor parte de las personas prefieren amigos optimistas a pesimistas, la actitud pesimista goza aún de notable reputación, especialmente entre los intelectuales. De alguna forma, el pesimismo se asocia con espíritu crítico, agudeza mental, mirada penetrante y acceso a buena información. En tanto que el optimismo se percibe como un signo de inmadurez y debilidad, que sólo cabe en mentes ingenuas, irreflexivas e ignorantes. Así lo retrata Voltaire en Cándido (1759), relato en que ridiculiza el optimismo del ‘mejor de los mundos posibles’ de Leibniz. Más tarde lo encontraremos encarnado de manera desaforada en el personaje infantil de Pollyanna, hasta el punto de que en inglés se usa ese nombre para referirse a un optimista redomado. Pero ha sido probablemente Freud quien más ha contribuido en época reciente a una visión negativa del optimismo a través de su categorización de la religión como una ilusión optimista. Todo esto me ha llevado a interesarme por el fenómeno del optimismo e indagar qué certezas nos puede aportar hoy la ciencia para tratar de comprenderlo mejor. Veremos que la investigación científica a veces avala las creencias populares, pero que en otras ocasiones parece contradecir los dictados del sentido común. En cualquier caso, siempre va mucho más allá de las propuestas reduccionistas de los escritos de autoayuda.es_ES
dc.format.extent96es_ES
dc.language.isospaes_ES
dc.publisherServicio de Publicaciones de la Universidad de Navarraes_ES
dc.rightsinfo:eu-repo/semantics/openAccesses_ES
dc.subjectEconomía y Empresaes_ES
dc.subjectOptimismoes_ES
dc.subjectPesimismoes_ES
dc.subjectFelicidades_ES
dc.subjectTrabajoes_ES
dc.titleOptimismoes_ES
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/bookes_ES
dc.publisher.placePamplonaes_ES
dadun.citation.endingPage86es_ES
dadun.citation.number133es_ES
dadun.citation.publicationNameCuadernos Empresa y Humanismoes_ES
dadun.citation.startingPage3es_ES
dadun.citation.volume2018-02es_ES

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