Emociones y política. Reivindicaciones identitarias en la sociedad contemporánea

Abstract

Las emociones son una parte esencial de la experiencia humana. Nos permiten sentir, expresar y comunicar lo que nos importa, lo que nos motiva y lo que nos afecta. Sin embargo, las emociones no son solo fenómenos individuales y subjetivos, sino que también tienen una dimensión social y política. Las emociones influyen en la forma en que nos relacionamos con los demás, en cómo nos identificamos con ciertos grupos y causas, y en cómo participamos en la vida pública. En este sentido, las emociones y la política están estrechamente relacionadas. La política no solo implica el ejercicio del poder y la toma de decisiones, sino también la articulación de intereses, valores y demandas de distintos actores sociales (Ahmed 2004; Brader 2006). Estas demandas suelen estar motivadas por emociones como el descontento, la indignación, la esperanza o el miedo. Asimismo, las emociones juegan un papel clave en la movilización política y la construcción de identidades colectivas. Los movimientos sociales y políticos recurren a las emociones para generar solidaridad, compromiso y acción entre sus miembros y simpatizantes (Castells 2012). En las últimas décadas, hemos asistido a un aumento de la relevancia de las emociones en la política y la sociedad. Este fenómeno se ha visto favorecido por una serie de transformaciones sociales, económicas, culturales y tecnológicas que han configurado una nueva cultura emocional contemporánea. Esta cultura se caracteriza por la creciente importancia que se otorga a las emociones en la vida personal, social y política. En esta cultura, las emociones se expresan, comparten y consumen a través de diversos medios y plataformas digitales. Además, las emociones se convierten en elementos fundamentales para la formación de opiniones y actitudes políticas