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Author(s)

Keywords

Tomás Moro, Qui tacet consentire videtur, Adagio canónico, Thomas More, Qui tacet consentire videtur, Canon Maxim

Abstract

Este trabajo estudia la invocación del adagio Qui tacet, consentire videtur que hizo Tomás Moro para defenderse de uno de los cargos contenidos en el indictmen que lo llevó a juicio. Por el examen de las fuentes del proceso se puede inferir que la alegación tuvo lugar, aunque existen diferencias sobre el origen del adagio mencionado por Moro. Al indagar la historia de la máxima se observa que proviene del Derecho Canónico: fue consagrada en el Libro Sexto de las Decretales por Dino de Mugelano, quien generalizó algunos precedentes contenidos en el Digesto y la práctica eclesiástica. La regla pasaría luego al Derecho común medieval y al antiguo Derecho inglés. Por ello, las diferentes versiones del proceso pueden considerarse correctas aunque aludan a fuentes distintas del adagio. La in- vocación de Moro no fue sólo retórica sino jurídica en tres diferentes modos. El alegato basado en la máxima resultó efectivo: el cargo relativo al silencio no malicioso no fue mantenido por los acusadores.

This paper focuses on the legal adage invoked by Thomas More in his own defence against one of the charges contained in the indictmen that brought him to trial. Although different accounts have been offered regarding the adage cited by More, a review of the sources in the process suggest that the claim was in fact made. An indepth analysis of the history of the maxim discloses that it originated in Canon Law, and was rendered canonical in the Sixth Book of the Decretals by Dino da Mugelano, who generalized a number of precedents contained in the Digest and reflected in ecclesiastical practice. The rule was later adopted in medieval civil law and old English law. Thus, different versions of the process may be regarded as correct even though they allude to different sources of the adage. More’s invocation of the maxim was not merely a rhetorical strategy, but a threefold juridical response. The claim made on the basis of the adage was effective: the charge regarding non-malicious silence was not retained by the accusers.