Abstract
Bajo la influencia de las metodologías histórico-críticas, la exégesis bíblica se ha visto abocada a un callejón sin salida en el que se presentan como opuestas la lectura científica y la lectura creyente de la Escritura. La primera, producto de la aplicación de métodos inmanentistas, trata de acceder al sentido original de cada uno de los libros que conforman la Sagrada Escritura. De este modo, reduce su sentido al que tuvo en el pasado y reconoce tan sólo su dimensión humana. La lectura creyente, por el contrario, es fruto de una consideración holística de la Biblia, hecha en virtud de la autoría divina y a tenor del «valor añadido» que las palabras hagiográficas adquieren leídas en el contexto de la plenitud de la revelación –postulados que jamás admitiría la tradición histórico-crítica–. Ambas posturas resultan, por ello, irreconciliables. La Constitución dogmática Dei Verbum presenta una solución a este problema que aparece avalada teóricamente por una nueva tradición científica inaugurada con el giro hermenéutico-pragmático de los años sesenta. En el marco instaurado por la hermenéutica filosófica, que implica la superación de los estrechos esquemas del racionalismo, parece posible un protocolo de interpretación que, partiendo de que la Escritura en su forma canónica es expresión de la revelación plenamente realizada, aplique, en los distintos estadios del proceso interpretativo, junto con los clásicos métodos filológicos de análisis, los métodos actuales –semiótica, neo-retórica, estética de la recepción, pragmática–, para desentrañar la perenne verdad contenida en ella.